A punto de pasar del sueño de la clasificación al sueño del mundial Perú vive por unas horas la magia del fútbol en la que todo parece desaparecer bajo el abracadabra del “contigo Perú”. El deporte rey no sólo se vive con pasión, también se juega, una explanada y dos palos es suficiente para hacer una cancha en la que se compite con la misma seriedad que en Maracaná. También en la selva donde la vida es exigente.
Sí se puede


Hombres y mujeres aprovechan las horas del día que el sol asfixiante o la lluvia torrencial permite. Las jornadas comienzan antes del amanecer para apurar el tiempo que la chacra, el río, el monte o la casa les va a pedir. En las comunidades próximas a las actividades extractivas muchos de los hombres trabajan en labores asalariadas para algunas de las compañías que operan en la zona o las empresas que les dan apoyo. Sea como fuere, las últimas horas de luz son testigos del juego rey.

Los choques son apasionados, no importa si es un cinco contra cinco o un partido en cancha grande y con uniformes cedidos por algún candidato local, se viven con la intensidad propia de los pueblos guerreros que un día fueron. Cada balón se disputa aunque sea entre risas y chanzas. Saben que ningún ojeador va navegar alguno de los 20.000 km de ríos para descubrirles, saben que los metales que tienen en la sangre por la contaminación de los ríos no desaparecerán con el sudor del juego. También saben que el Estado no aparece si no se le llama y esa llamada implica lucha en casi todos los casos. No importa, en la selva también se grita: “Sí se puede”.